viernes, 17 de abril de 2009

Omnipotencia

Verla tirada en el suelo fue todo un impacto. Apenas se movía, sus alas desencajadas pedían clemencia y sus patitas fracturadas no le permitían hacer pie. Estaba mal, pésimamente mal. Sollozaba la poca vida que le quedaba mientras yo, que sólo pasaba por la cocina para tomar un vaso de agua, decidí darle unos segundos.
Rezó. Imploró. Pidió ayuda. Me dio todas las explicaciones al alcance de su inescrupulosa existencia. No me convenció, aunque la seguí escuchando con buena predisposición y sin interrumpirla pese a que ya se me hacía tarde.
Su destino iba a quedar marcado en el suelo, para siempre. Y quizá fue el hecho de verla así, estropeada como cuando un coche se estrella contra un árbol, que de repente sentí una inédita angustia. La miserable inició planteos metafísicos y de a poco la fui entendiendo. Al final, creo que me convenció definitivamente cuando mencionó su vinculación con miembros del sindicato o algo así.
Supe en ese momento que a través de los siglos las moscas han intentado mantener un sistema ordenado, siguiendo los patrones más elementales en cuanto a los relacionados con el respeto por el prójimo. Un esquema bastante democrático y por el cual muchas moscas mueren cada día producto de diversos factores.
A diario, en busca de su objetivo, algunas se meten en serios problemas y, aunque vuelen velozmente escapando del peligro, tarde o temprano terminarán estirando las patitas, al ser ajusticiadas por una inmensa sombra o un tóxico letal.
Yo elegí una pinza con puntas muy finas.

sábado, 11 de abril de 2009

Una de opositores

Un panorama al menos extraño es el que tenemos ante nuestros ojos. Con candidatos, precandidatos, y hasta canes por todos lados, que auguran ciudades encaminadas hacia el horizonte indefectible de prosperidad.
Nuestra provincia es extremadamente rica, dicen algunos.
Otros sentencian que debemos trabajar razonando con todas nuestras neuronas que de esta ciudad hay que hacer una capital a la altura de la provincia condenada a la gloria.
Argumentos que antes se empleaban para hablar de nación, cuando hablar de nación era hablar de patria y hablar de patria era hablar de bandera, en fin..., de todas esas cosas a las que aluden los que generalmente gobiernan para sacarte la memoria con un sable, o una máquina retroexcavadora, que son tan comunes ver últimamente.
En realidad ya no sé si el panorama lo tenemos ante nuestros ojos o nuca, porque, ya sabe usted cómo son estos tipos: hablan haciendo eco, eco, eco. Y al final uno no recuerda si escuchó lo que dijeron o en realidad la sonoridad fue somnolientamente placentera.
Se vienen días, o mejor dicho ya estamos metidos en ellos, de campaña y verborragias. De verdaderos parloteos sacados con abrelatas del cerebro de un par de pensadores modernos que juegan con nuestras debilidades y que conocen el grado de estupidez que podemos tener cuando pensamos, pobre de nosotros, que algo puede llegar a cambiar.
De todas maneras hay cosas que siempre estimulan, la ranura de una urna por ejemplo, que desde luego para los democráticos fue hecha para amarla. No es que la discuta ni crea que está mal esa forma de elegir "representantes", nada más digo que genera pánico ya no elegir a un solo tipo sino al choclo de tropa que sigue detrás, y que, casi con seguridad infinita, abandonará el barco cuando se cruce otro mejor o cuando tenga que confrontar con el opositor.
Acá quería llegar. Si vamos al caso, de opositores estamos llenos y casi todos lo somos. Es más, diría que el 75 por ciento de los votos de la última elección fue de opositores... de opositores a los opositores, claro está.
Así que no me va eso de hacer oposición por hacerse el bravucón nomás. Los vecinos, malos a veces, a un opositor llegan a tratarlo de, mire usted la cantidad de calificativos que encontré: inconformista, negativo, destructivo, pesimista, antidemocrático, terrorista, rebelde sin causa, extremo, insano y charlatán de café con leche (este es reciente), entre otros. En el peor de los casos, puede tildarte (uy, ya me metí en el medio) de "oficialista encubierto" o de agente de inteligencia (como los brujos, que los hay los hay!). Y en el mejor, pueden tratarte de "oportunista político". Definición pobre para los tiempos que corren.
Como vemos, la tarea de opositor es realmente sacrificada, ingrata y cruel. Vive siendo el blanco de los que se dicen buenos e incorruptibles.
A veces hasta romántico resulta serlo, desde lo ideológico o desde lo carnal nomás, cuando aparece alguna mujer expectante en la vereda de enfrente con labios carnosos, suave voz, y deseos de comprender porqué uno se excita tanto cuando habla como un niño que tira y tira piedritas en el agua.
Pero volvamos a lo nuestro, como un perro rabioso, todos mirarán mal o con desconfianza al opositor. Y éste, en su afán de caerle en gracia al porcentaje que nunca será atraído por sus planteos "anacrónicos", con los años terminará optando por ya no conversar y encerrarse en sí mismo, que es la mejor manera de ser opositor.
Porque ser un opositor, señores, significa llegar convencido, si es necesario a la propia muerte, a la fatal realidad de que todos los demás son quienes viven equivocados o engañados, pero yo no.
Ya lo diría un viejo amigo del alma, el gran Ciro Solari: "El bolsillo responde solamente al estímulo alienador del sistema".
Chupate esa mandarina.

(Octubre de 2007)

Hay que seguir gritando

Las calles de la ciudad son como las que observamos en algunos jueguitos electrónicos: están plagadas de personas a las que, si uno apenas roza, pueden quitarte la energía.
En una tarde, de haber aceptado todo lo que se me ofrecía en mano, pude haberme llevado a casa un diario impreso por una organización eclesiástica, un volante con ofertas de un local de ropa informal, un cartón informativo de un banco, tres propagandas de un boliche nuevo, cinco 'freepass', etc.
De haber aceptado todo lo que se me brindaba, pude haber comprado un cartón del famoso juego de bingo de la provincia, cambiado de religión y hasta de ideas políticas. La ciudad puede hacer todo lo que yo no haría por mí.
Sin embargo, lo que no logró durante la semana que pasó fue mostrarme el Sol. El cielo estuvo gris, cargado de tristeza, el cielo estuvo toda la semana de luto.
Acompañando el sentimiento del universo minero, las nubes estuvieron atentas a lo que pasaba por allá y me lo recordaron apenas yo amanecía.
A veces, cuando uno se levanta de la cama dispuesto a afrontar un nuevo día, tiene ganas de comerse al mundo, de besar al perro, de jugar como un niño, de reír y no parar.
Pero las energías, por alguna extraña razón, comienzan a menguar a media tarde y por la noche la oscuridad me recuerda la pobreza espiritual y humana que nos gobierna. Y es entonces el momento de irse a dormir, pensando en levantarse solamente para besar al perro.
Cada día amanece la esperanza, bajo el cielo gris, azul, bajo un sol reluciente o bajo la lluvia más tediosa.
Siempre amanece el minero de las sombras, dispuesto a besar a los suyos y a seguir mostrando con humor, sensibilidad y sencillez el camino que conduce al interrogante, ¿nos volveremos a ver?
Tal vez sí, seguro que sí.
La tinta de la historia derrama sangre obrera, no es la primera vez que algo semejante sucede y porque no es la primera vez no podemos mirar para otro lado.
Siento defintivamente que hoy no puedo atentar contra mis principios, no puedo decir que el mundo seguirá andando, que el show debe continuar, porque eso ya lo sé y porque, además, eso puede llevarme a pensar que la justicia seguirá siendo injusta, lo cual parece escrito, lo cual parece historia.
Amigos de la Cuenca, que los tengo y los seguiré teniendo, gente que lucha por nosotros, por su familia, por algo más.
Amigos de la noche, de la oscuridad, de lo no escrito, de la antiburocracia, amigos del dolor.
Amigos de la justicia, de la verdad, de la memoria.
Amigos, hay que seguir gritando...

(21 de junio- 2004)