viernes, 6 de noviembre de 2009

Conversaciones

Todo pasa tan rápido que no alcanzo a comprender si me encuentro en el mismo lugar que hasta hace un tiempo, o si me han llevado puesto inconcientemente.
Advierto, quizás hoy sea un dilema para infantes, que hay una peligrosa necesidad de comunicarse para decirse nada; que hay una sensación de infelicidad miserable rodeándonos los huesos; que no hay nada que llegue hasta la profundidad de las entrañas del alma para conmoverla definitivamente. Advierto una peligrosa falta de libertad.
Estando en el fondo, observo un entorno lejano, distante; un sol nublándome las heridas y hasta un arco iris al que le sigue una brisa huracanada. Veo, además, la carrera de quien corre desconsoladamente detrás la belleza obvia. No hace falta abrir los ojos para ver todo esto que no dejo de ver desde que puedo ver.
El sistema es una princesa de labios gruesos, carente de memoria, y con la panza llena de huesos de quienes no fueron o no alcanzaron a ser. Decirle que no, es atentar contra el deseo infame.
Si mi alma fuera libre, el destino sería un camino más ancho que el cielo, y seguramente más atractivo.
¿Pero, qué es lo que pasa?, ¿ya no soporto mi cuerpo?, ¿mi alma busca espacio yendo en sentido contrario al de mis pies?, ¿mi pensamiento es erróneamente distinto al que alguna vez fue?, ¿alguna vez creí yo en algo?

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