martes, 25 de noviembre de 2008

Los santacruceños somos derechos y humanos

Pocas cosas faltan por decir en esta incrédula realidad que despierta hoy más que nunca más allá de nuestras narices para hundirse con gusto en la torta de los que más han estado cocinando el bizcochuelo.
Desperté un día delante de una inmensa marea de gente que realmente no sabía para donde me conducía. Y pude nadar atravesando con ímpetu y asombro una maraña de deseos para culminar abriendo el telón en donde por fin descubrí a los espías de los sueños que querían seguir atornillando tipos, como si los tipos fueran tornillos, como si los espías fueran destornilladores.
Uno se encolumna como lo hacen los que están convencidos. Más allá de las patrañas de un batman, un robin, un acertijo y tres mosqueteros que, hablando de cine, cuentan cuentos de terror en medio de una ficción en la que los números quieren aprender a contar solos pero que no los dejan los que no tienen ojos y no ven más allá de un bosque que se esconde detrás de un sol y cinco dedos de una mano. Todo empañado.
Las cosas que se aprenden sin necesidad de cursar un aula y eso que para eso yo era malo. Ahora veo, más malos eran otros tipos que crecieron al lado mío y para el otro lado se fueron.
Quisiera que se enseñe algún día lo que significa el trabajo, lo que representa un laburo digno para todos. Que se diga por qué se gana lo que se gana. Por qué se pierde lo que se pierde. Qué cosa es la plusvalía y qué otra cosa es una ley. ¿Será mucho?.
Quiero que se diga la verdad de la historia, para empezar a entender esta realidad caníbal. Quiero que se enseñe qué son los Derechos Humanos. Y ya no quiero que gobierne la paz sino que la paz nos gobierne. En fin...
Me fui por las ramas, a propósito, debería llegar de una vez la escarcha, y congelar de una vez la raigambre de la obsecuencia. Puede que el árbol pare de crecer torcido algún día, mientras tanto algunos conservan el status de santacruceños y se dicen “derechos y humanos”.
Algunos le van a cantar a Gardel, pues yo me voy a cantarle a Facón Grande.


Agosto 2007

Se negocia con el cuerpo

Leo en la sección Clasificados del diario: "Necesito alquilar: somos mi alma y yo. Pago hasta $ 450". Tan bien me cayó lo que leí, corto pero fulminante, que me quedé pensando en cómo todavía hay gente que genera algo distinto diciendo mucho con pocas palabras.
Está bien, no es que esta persona haya quemado su tiempo pensando en cómo puede conmover a propietarios de inmuebles, tampoco me parece que haya pensado en resumir alguna situación particular. Sin embargo, me dejó con la idea dando vuelta en la cabeza de dedicarle un espacio, una retribución o algo así...
No sé si era mujer, hombre, joven o adulto. Tampoco importa eso, más bien el mensaje, que de tan simple logró el objetivo de arrancarle una sonrisa o comentario a más de uno que lo haya leído.
Difícilmente pueda ayudar yo a esta persona a conseguir un alquiler a tan bajo precio, la situación que atravesamos con respecto al tema es compleja, como especulativo el sistema contra el que lidiamos, de modo que esta persona está ante un problema que evidentemente derivó en que resumiera en pocas letras un mensaje que incluso trasciende la propia y angustiosa necesidad.
"Somos mi alma y yo", la pucha, que bueno suena eso. Habla de la soledad, de la poesía, de la vida o de un instante muy particular de este individuo que se conjugó en un sencillo aviso clasificado.
Un viejo compañero y colega me dijo una vez mientras hablábamos de bueyes perdidos en la redacción del diario: "Cacho, dejá de filosofar mirá que con la filosofía no cerramos el diario". Seguramente algo así habrá pensado algún inmobiliario o propietario de casas en alquiler: "Lindo el mensaje, pero si él quiere alquilar con su alma, es otro precio".
Claro, es que en los valores no está contemplado el alma, es decir, no hay leyes que regulen la utilización del alma para un fin específico. En este caso, para combatir el insomnio, la soledad o sencillamente para llamar la atención de alguien en particular, la persona tuvo la brillante idea de añadirle originalidad al mensaje. Pero este mundo castiga con rigor la originalidad y seguramente no sólo el mensaje publicado significará dinero, también lo que vaya a venir a partir de ahora si es que quiere ir con su alma a comer a la pizzería, a tomar un helado, un café, si quiere ir a un recital o simplemente si quiere ir a la universidad a estudiar.
Digamos que se acaba de meter en un problema mayor, pues estamos ante una situación bastante más grave de lo que podíamos imaginar. ¿Cómo se le ocurre hacer negocios metiendo a su alma en el medio?. Para obtener ganancia o algún tipo de rédito beneficioso, los negocios tienen que estar siempre desprovistos de toda entidad ajena a la causa. Se negocia cuerpo a cuerpo, porque si se negocia con el alma, con el alma y el cuerpo te van a cobrar.
Desde este espacio, que entre otras cosas busca aunar actitudes en el intento de reducir ciertos costos económicos o espirituales en la vida de las personas, le aconsejamos a este buen hombre o mujer que aclare la próxima vez que el precio fijado en la publicación es realmente de 450 pesos, pero que aclare con letra mayúscula Times New Roman (tamaño 72) que eso incluye expensas, impuestos varios y, claro está, la libre utilización del alma.
Una vez que llegamos a finiquitar el negocio, ahí sí, que el alma aparezca en toda su dimensión y se emborrache en la soledad de las ideas, de la poesía y del mundo metafórico y apaisado de las personas que no desean vivir como el resto y a las que simplemente les importa vivir como quieren.

1974: Y Cacho crecerá con amor... (si lo dejan y si hay)

En diciembre de 2002 publicó su primera colilla y hace poco más de un mes terminó de escribir la última, la que, según nos confió, por ahora no quiere publicar por temor a que no le guste a nadie. Claudio Álvarez (su abuela no quería que le dijeran Cacho, pero ni eso pudo lograr) es un tipo inseguro, cargado de difusos pensamientos, fácilmente manipulable (aunque se haga el arisco) y mediocre por donde lo observe cualquier amigo de sus amigas. Encima está a punto de cumplir treinta años. Treinta años de tirar piedras en los charcos (cuando llueve, claro) y, aunque lleva un tiempo en esa actividad, no ha logrado todavía hacer que el agua salpique. A treinta años de su nacimiento entonces, presentamos una entrevista exclusiva y sin concesiones al creador de Colillas, “la historia de la quinta pata del gato” (he aquí un ejemplo de su falta de creatividad).

Periodista: ¿Qué se siente cumplir treinta años?
Cumpleañero: Y, señor periodista, la verdad es que no es muy grato cumplir treinta años. Periodista: ¿Pero no le parece que la vida tiene cosas lindas?
Cumpleañero: Creo que sí, aunque la verdad es que no puedo afirmarlo; pero es lo que me han contado algunos compañeros de la universidad. No voy a dar nombres, ellos sabrán.
Periodista: Tiene el perfil de una persona pesimista.
Cumpleañero: Soy de los que piensan que un pesimista es un optimista bien informado. Indudablemente que sí, que tengo ese perfil, pero también tengo otros, aunque menos importantes, claro.
Periodista: En una de sus poesías usted dice que no cree en nada...
Cumpleañero: Creo que sí, creo que dije algo así.
Periodista: ¿No recuerda lo que dice?
Cumpleañero: A veces sí, cuando son importantes los recuerdos.
Periodista: Habla como si fuera un hombre viejo...
Cumpleañero: Es cierto...
Periodista: ¿Por qué?
Cumpleañero: Supongo que porque usted tiene razón.
Periodista: Me refiero a que cuando se expresa, por su modo de hablar y su forma de hilvanar frases, deja la sensación en el aire de que tuviera algo más de 60 años.
Cumpleañero: ‘La sensación en el aire’, me gustó esa frase...
Periodista: A mí no...
Cumpleañero: Sí, tiene razón, es posible que no tenga el mayor significado.
Periodista: Es que soy periodista no soy poeta como usted...
Cumpleañero: Yo nunca dije que lo sea.
Periodista: Pero editó un libro de poesía hace unos años.
Cumpleañero: Es cierto eso también.
Periodista: Entonces, ¿es poeta?
Cumpleañero: Hasta los 22 años me la pasé jugando a la pelota y nadie dijo que era futbolista. Para todos nosotros Tévez es futbolista y todavía no cumplió 21.
Periodista: Interesante punto de vista... ¿reniega de la poesía?
Cumpleañero: Digamos que me gusta el fútbol.
Periodista: Y fue cuando dejó de practicar fútbol que empezó a engordar, mientras escribía digo...
Cumpleañero y futbolista: ¿Cómo sabía eso?
Periodista: A los periodistas se nos enseña a no nombrar nuestras fuentes y además usted ejerce el periodismo, es decir que debe saberlo, de modo que le pediría que no me comprometa...
Cumpleañero y futbolista: Es cierto, ¿pero cómo lo sabe?
Periodista: Porque me lo contó un amigo directo suyo.
Cumpleañero y futbolista: Yo tengo un solo amigo directo en este momento...
Periodista: A veces los periodistas no podemos saber todo...
Cumpleañero y futbolista: Es cierto eso también...
Periodista: ¿Le preocupa la estética, verse bien, etc.?
Cumpleañero y futbolista: La de los demás no, pero la mía, ahora que cumplo 30, creo que sí.
Periodista: Suena contradictorio, hasta demagógico diría...
Cumpleañero y futbolista: Es que se olvida que hago periodismo...
Periodista: Evidentemente no acepta críticas...
Cumpleañero, futbolista y periodista: Me había quedado pensando en lo de que parezco un viejo...
Periodista: ¿Quiere agregar algo a propósito de eso?
Cumpleañero, futbolista y periodista: Sí, quisiera agregar algo.
Periodista: Pues, agregue lo que le parezca.
Cumpleañero, futbolista y periodista: Es usted un periodista demasiado democrático, no me gusta eso. Me genera sospechas.
Periodista: Piense lo que quiera, ¿lo va a decir o no?
Cumpleañero, futbolista y periodista: Sí. A colación de eso de que parezco un viejo al hablar, supongo que es porque, cuando jóvenes, la mayoría de las veces creemos que somos más viejos de lo que realmente somos. Nuestra alma no envejece, nuestra carne sí.
Periodista: Sí, muy lindo, pero no la vemos...
Cumpleañero, futbolista y periodista: Es cierto eso, pero también es una pena, ¿no le parece?
Periodista: Realmente no me parece una pena, no consumo mi tiempo pensando en esas cosas, tengo familia, hijos y no me da de comer pensar en las almas.
Cumpleañero, futbolista y periodista: Es muy cruel lo que usted está diciendo. Yo llevo 30 años pensando en eso, aunque aún no tengo hijos.
Periodista: 30 años, sin hijos, faltara nomás que no pensara; pero, dígame, ¿qué música le gusta?
Cumpleañero, futbolista y periodista: El rock, sobre otros géneros. Los Redondos, mejor dicho. Mi gusto no ha cambiado, digamos que me siento identificado con Solari, capaz que porque yo también estoy solari (risas).
Periodista: Y cuente, ¿toca algún instrumento?
Cumpleañero, futbolista y periodista: Sí, estoy tocando la guitarra desde hace unos años, pero de oído nomás.
Periodista: ¿Me puede explicar cómo hace para tocar de oído?
Cumpleañero, futbolista y periodista: La verdad es que no, realmente no lo podría explicar.
Periodista: Hace un momento dijo que por haber jugado a la pelota nadie le había dicho que era futbolista, ¿se puede decir que, ahora que toca la guitarra, usted también es músico, además de futbolista, periodista, poeta no reconocido y cumpleañero?
Cumpleañero, futbolista y periodista: Me pilló con esa pregunta. Pero si le digo que toco de oído es porque realmente no sé tocar.
Periodista: ¿Y sabía jugar al fútbol?
Cumpleañero, futbolista y periodista: Bueno, ya veo adónde apunta con sus planteos. Pero la verdad es que tampoco.
Periodista: Entonces, ¿sabe escribir poesía?
Cumpleañero, futbolista y periodista: Mmm, eso también es difícil de responder. Pero creo que, saber escribir poesía, así, con mayúscula, diría que no.
Periodista: Pues, usted dirá ahora si sabe escribir noticias, informaciones, crónicas, etc.
Cumpleañero, futbolista y periodista: Modestamente, creo que estoy aprendiendo. Aunque vio usted como está la educación en el país.
Periodista: Sí, creo que le entiendo...
Cumpleañero, futbolista y periodista: La verdad es que cumplo años, nada más.
Periodista: Me habían dicho que usted era un intolerante, un reaccionario...
Cumpleañero y nada más: ¿Entonces?
Periodista: La verdad es que me cayó simpático.
Cumpleañero: No se avergüence por eso, lo cortés no quita lo intolerante. Bueno, pero, ¿no quiere que hablemos de política, de lo que pienso del presidente, de los piquetes? ¿No quiere que hablemos de los movimientos de lucha, de las guerrillas separatistas, del EZLN, del Sup, o algo así?
Periodista: No se olvide que nos enseñan que las preguntas las hacemos los periodistas. Seré claro, ¿de qué otra cosa se puede hablar con una persona que nada más cumple años?
Y nada: Andá a...*#@¿#’?#

Periodista: Entonces el cumpleañero, futbolista y periodista, se marchó rumbo al charco para volver a tirar piedras, puede que un poco de agua lo serene o, mejor todavía, puede que el agua se apiade de él y le salpique un poco a la cara estrangulada o a la incipiente calvicie, que asoma cual dichoso amanecer es acompañado de la luz del radiante sol. Jóvenes de treinta años, resentidos y enamorados que se hacen los revolucionarios, por Dios. Sólo se trata de un inadaptado más.

Aprendiendo de los fantasmas

La ciudad está repleta de fantasmas o de sombras que a menudo observamos pero que casi nadie desea conocer. En parte son espejos que reflejan contradicciones que acarreamos y no podemos dejar atrás. Vidas tiradas a la basura, a punto de salir o entrar al infierno de moda. Personas que buscan soluciones al corolario suicida que la vida a veces depara; entre la dureza o fragilidad con la que se educa y alimenta el espíritu sombrío de éstos fantasmas, que ahora siguen, con sus miradas furtivas, el incansable vuelo de los pájaros atraídos por las migas del resto del mundo. Es mediodía.
Al igual que la familia, cada institución es un mundo, donde adentro o afuera las miserias pueden palparse, siempre y cuando los miembros lo permitan. Podría hacerse de noche ahora, las luces de una ambulancia ir al encuentro de un cuerpo tirado en algún rincón de este sitio gris, cada vez más mal crecido, empachado de promesas y que no sólo ladra amenazante sino que cumple con los principios de la raza.
Pero las camillas no esperan y llegan incansables, los sufridos cuerpos también, luego alcanzan la puerta de la guardia los médicos, después los familiares, más tarde la Policía y al final el curioso del día. Estamos todos, somos todos los que estamos y a quienes no nos importó la vida hasta ahora. ¿Ahora?, qué será eso, tan acostumbrado a pensar en mañana, ¿ahora?, qué será eso...
Los fantasmas siguen ahí, sentados, acostados, parados, caminando apenas, llorando, mirando el infinito cielo azul de un mediodía aparentemente trágico o signado por la incomprensión del curioso que siente que algo ha cambiado repentinamente de perspectiva.
Pero también él es un fantasma, una pequeña sombra enclavada en un pequeño mundo, con pequeñas cosas para dar y hacer grande una razón olvidada, aunque ya todos se habían olvidado de él.
Y si de razones se trata, el curioso susurró: "Haremos grande a la vida, la pequeñez con que miramos y sentimos cada día; haremos desaparecer a éstas sombras, a éstos cuerpos sumidos en el destierro, le daremos entidad. Diremos entonces que existe el dolor y la pérdida de la memoria, la insensatez y falta de amor. También diremos que el amor es lo que nos hace grandes y a la vez reales en esta irrealidad en la que vivimos".
Caminó luego sigilosamente por los pasillos que daban la cara al sol. Fenomenal claridad, la del fantasma y sobre todo la del sol, que cuando puede nos hace ver oscuros, demagogos y que, a la vez, nos hace ver locos y fantasmas donde no los hay.
El curioso cerró su relato con una moraleja que decía así: "Si vas al hospital, no esperes que la vida te sonría ni que los fantasmas te saluden. Todo está para ser visto, si es que querés ver". Y se fue, del hospital, de mi vista, y lo peor, de mi pensamiento.