domingo, 20 de junio de 2004

La fiesta del cemento

La noticia es que el pasaje de mi casa acaba de ser asfaltado.
Algo así como 30 años rodeados por las piedras y la tierra ¿se imagina usted la historia?...
El revuelo de polvo con los vientos que nos azotan y qué decir de los numerosos percances para estacionar un coche sobre las veredas, o simplemente para hacerlo circular. Las dificultades de los chicos que iban a la escuela en días de lluvia, o sea, el barro que se forma y complica el asunto, o los pozos cada vez más grandes y fastidiosos de deambular.
Verá, los vecinos de la cuadra, de zonas aledañas y familiares también, recibimos con mucho agrado el nuevo pedazo de cemento en el barrio; bah, sólo en parte: con lo que hay que pagar en impuestos, alumbrado, barrido y limpieza, el asfalto, se puede decir, no resulta tan bendito como maldito.
Sin embargo, ahí está ahora, sí, mirándome como quien guiña un ojo, como quien sabe que desde ahora lo veré para siempre. Pero, ¿qué tiene de bueno un pedazo de cemento, si es gris, si es cemento?. Aparentemente tiene todo y nada a la vez.
Se estableció la ambigüedad, claro, por un lado soluciona problemas, pero, por el otro, no deja de ser cemento: una cosa dura, antiestética, sin brillo, ni vida... ¡pero que igual hay que pagar!
Los empleados municipales, con sus maquinarias y herramientas, dieron una muestra única y directa de cómo es y se hace la poesía muerta, ¡yo pude verlo!, cuando, con las hormigoneras, comenzaron a desparramar la caliza sobre la tierra (largamente aplastada) ante la atenta mirada de los vecinos, que lo único que hacíamos era ver cómo se armaba velozmente y sin contemplaciones una estrofa de cemento y de piedras a lo largo del pasaje Perú, al tiempo que tapaba para siempre pozos, piedras, cochecitos de colección de mi querida infancia y el Mazinger Z de mi hermano menor (a propósito, ¡nunca le dije que yo fui el que se lo rompió, ni que lo escondí en medio de la calle!), etc.
Llegó la modernidad, pensé. Y de yapa, ¡adiós juventud!.
De repente todo se puso gris, o, mejor todavía, ahora no seré el único que vea todo gris. ¿Se trata de un sueño? ¡No!, mejor todavía, ¡se trata de un sueño hecho realidad!
Las bondades y negocios del cemento
Básicamente, el asfalto sirve a los amortiguadores de los autos, a las vecinas quisquillosas y, mmm..., ¿a quién más era...? ¡Ah, sí!, a los que esconden la plata haciendo kilómetros y kilómetros de asfalto.
Qué locura, algunos amigos y también vecinos, piensan que tirar cemento por las calles es la excusa perfecta para ocultar algún muerto, ¡qué mal pensados!.
Es como meter a la víctima en una súper hormigonera, que luego se secará a lo largo de las diversas arterias de la ciudad y ya nadie podrá decir nada. Claro, pienso, de esta manera se ocultan cifras, números, políticas, facturas y para qué negarlo, ¡yo pienso lo mismo!.
En fin, enbuenahora, los vecinos le estamos dando la bienvenida a la modernidad. Podremos jugar, entonces, sobre una superficie más adecuada que la miserable tierra, al tenis (ahora que todos miramos a Coria y Nalbandian) y al básquet (ahora que todos miramos a Ginóbili), por supuesto que las bolitas las evitaremos por razones obvias.
Después de todo esto nos conectamos a Internet y ¡listo el pollo!.

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