sábado, 11 de abril de 2009

Hay que seguir gritando

Las calles de la ciudad son como las que observamos en algunos jueguitos electrónicos: están plagadas de personas a las que, si uno apenas roza, pueden quitarte la energía.
En una tarde, de haber aceptado todo lo que se me ofrecía en mano, pude haberme llevado a casa un diario impreso por una organización eclesiástica, un volante con ofertas de un local de ropa informal, un cartón informativo de un banco, tres propagandas de un boliche nuevo, cinco 'freepass', etc.
De haber aceptado todo lo que se me brindaba, pude haber comprado un cartón del famoso juego de bingo de la provincia, cambiado de religión y hasta de ideas políticas. La ciudad puede hacer todo lo que yo no haría por mí.
Sin embargo, lo que no logró durante la semana que pasó fue mostrarme el Sol. El cielo estuvo gris, cargado de tristeza, el cielo estuvo toda la semana de luto.
Acompañando el sentimiento del universo minero, las nubes estuvieron atentas a lo que pasaba por allá y me lo recordaron apenas yo amanecía.
A veces, cuando uno se levanta de la cama dispuesto a afrontar un nuevo día, tiene ganas de comerse al mundo, de besar al perro, de jugar como un niño, de reír y no parar.
Pero las energías, por alguna extraña razón, comienzan a menguar a media tarde y por la noche la oscuridad me recuerda la pobreza espiritual y humana que nos gobierna. Y es entonces el momento de irse a dormir, pensando en levantarse solamente para besar al perro.
Cada día amanece la esperanza, bajo el cielo gris, azul, bajo un sol reluciente o bajo la lluvia más tediosa.
Siempre amanece el minero de las sombras, dispuesto a besar a los suyos y a seguir mostrando con humor, sensibilidad y sencillez el camino que conduce al interrogante, ¿nos volveremos a ver?
Tal vez sí, seguro que sí.
La tinta de la historia derrama sangre obrera, no es la primera vez que algo semejante sucede y porque no es la primera vez no podemos mirar para otro lado.
Siento defintivamente que hoy no puedo atentar contra mis principios, no puedo decir que el mundo seguirá andando, que el show debe continuar, porque eso ya lo sé y porque, además, eso puede llevarme a pensar que la justicia seguirá siendo injusta, lo cual parece escrito, lo cual parece historia.
Amigos de la Cuenca, que los tengo y los seguiré teniendo, gente que lucha por nosotros, por su familia, por algo más.
Amigos de la noche, de la oscuridad, de lo no escrito, de la antiburocracia, amigos del dolor.
Amigos de la justicia, de la verdad, de la memoria.
Amigos, hay que seguir gritando...

(21 de junio- 2004)

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